lunes, 19 de septiembre de 2016

EL FUTURO ESCRITO EN UN PERIÓDICO.

Hace un rato empecé a re visionar la serie Early Edition. Una popular serie de los noventas que trata de un tipo que un día empieza a recibir en la puerta de su casa el periódico con las noticias que van a publicarse al día siguiente. Es decir recibe las noticias 24 horas antes de que estas sucedan.

Cuando fui adolescente yo solía ver esta serie semana a semana, en una repetidora local, la transmitían alrededor del año 2000, cuando la serie ya había terminado. Yo fui muy asiduo a esta serie. La premisa era sencilla, además de sugerente y el procedimental siempre lo desarrollaban de manera muy dinámica. Que mejor imperativo moral para el héroe que el tener que evitar que alguna desgracia suceda, pero con los minutos contados en cada episodio.

Aun así este texto no va a tratarse sobre paradojas temporales o dilemas morales (aunque tampoco estaría mal). Al momento de estar mirando esta serie con mis 31 años encima, mi pensamiento se fue por lugares muy distintos a los que se iba cuando veía esta serie a los 15 0 16 años.

Empecé a pensar en cómo de cierta manera podríamos considerar que el futuro si existe. Podríamos incluso considerar (solamente con fines de entretenimiento, claro está) que el futuro efectivamente está escrito, igual a como estaba escrito en la serie, en encabezados de cuatro columnas.

Cada uno de nosotros somos dos personas (en realidad podría decirse que somos tres, pero para el caso que nos ocupa podemos dejarlo en dos). El yo presente y el yo futuro. Dentro de mí existe en potencia un Carlos futuro, más experimentado, quizás más sabio, pero también más viejo, con menos energía y con menos recursos físicos.

La vida de este Carlos futuro, más viejo, depende directamente de las decisiones que yo tomo el día de hoy.

Para la mayoría de la gente (yo incluido) el yo futuro es menos importante que el yo presente, nos parece menos importante, aunque en realidad es menos urgente (siempre solemos confundir esos dos términos). Mi yo actual es efectivamente el jefe, el encargado de tomar las decisiones que afectaran a mi yo futuro y también de juzgar las decisiones que ha tomado mi yo del pasado (¿Recuerdan que les dije que en realidad podríamos considerarnos tres personas?). Los gustos, los deseos y las necesidades del yo presente nos parecen más importantes que las del yo futuro.

Nadie tiene la vida comprada o garantizada. Pero vivir como si no hubiera un mañana, vivir la vida como si fuéramos a morir en las próximas semanas o meses, me parece como mucho una forma patética de vivir.

El día de hoy yo mismo disfruto las cosas buenas que mi yo del pasado se preocupó por darme. Mi yo del pasado se la pasó miles de horas sentado, primero en una mesa del comedor de mi casa, y después en un restirador (mesa de dibujo), para que hoy yo pueda decir que sé dibujar de una manera decente.

También mi yo del pasado se pasó los fines de semana leyendo y ejercitando el musculo intelectual, para que hoy yo pueda analizar textos, incluso hechos concretos, en cuestión de minutos y de la misma manera improvisar una opinión rápida, escribirla igualmente rápido y que aún así termine resultando mínimamente interesante.

Pero también mi yo pasado dejó en el descuido (por necesidad, no fue realmente su culpa) aspectos de mi persona, los cuales hoy ya bien entrado en mi tercera década de vida, tengo que apurarme en corregir. Así por lo menos habré intentado ser responsable con el acuerdo tácito que tengo con el Carlos futuro de cuarenta y tantos.

Cuando realizo acciones o tomo decisiones pensando en mi yo futuro, tengo una doble sensación de gratificación, por un lado la sensación de haber tomado la decisión correcta (de verdad estoy orgulloso de todas las fiestas a las que no fui en mi juventud) y también tenemos la gratificación de pensar en lo bien que le va a sentar a nuestro yo futuro, todo lo que hoy estamos desarrollando.

En síntesis creo que lo que quise decir, desde el principio, era que tenemos que humanizar a nuestro yo del futuro. Considerarlo como un ente que de cierta manera ya existe. Y de la misma manera en la que hay personas que le ponen nombre a sus mascotas, automóviles o hasta a sus computadoras, habría que considerar que nuestro yo futuro es un individuo con sentimientos, sensaciones, consciencia de sí mismo. Preocupémonos por nuestro yo futuro (aunque de hecho no exista), por lo menos de la misma manera en que nos preocupamos por nuestro automóvil.


Seguramente el Carlos del futuro estará complacido por este artículo que acaban de leer, aunque lo más probable es que el Carlos del pasado se aburriría si tuviera que leerlo. Así suelen ser siempre las cosas.