Hace tiempo platicaba con un amigo acerca de nuestras costumbres para ver series. Yo le comentaba que, por el hecho de dedicarme a una tarea que requiere tener los ojos fijos pero mi cerebro queda libre para otra cosa, yo acostumbro poner como ruido de fondo series de televisión, películas o documentales, mientras trabajo.
En este aspecto, servicios como Netflix o Clarovideo (que por estos días lo estoy empezando a usar apenas) han sido de ayuda, puesto que puedo dejar correr temporadas y temporadas de series antiguas, sin necesidad de enfrentarme a los comerciales o sin necesidad de tener que levantarme para cambiar de DVD.
Entonces mi amigo se puso a pensar que él nunca había experimentado esta forma de consumir series o películas. Este amigo al que me refiero suele correr en maratones, así que suele dedicar un par de horas a la caminata todos los días. A raíz de esta conversación que tuvimos, él empezó a descargar series de televisión, pero en formato de audio.
Mi amigo se dio cuenta de que en verdad si tiene algo de sentido el escuchar, y solamente escuchar, una serie producida en esta época. Mi amigo, en algunas ocasiones, había llegado escuchar radionovelas de la época en la que en el radio se hacían radionovelas. Dichas radionovelas se caracterizaban por sufrir de todas las carencias y defectos de la época. Por ejemplo guiones mu y deficientes, comparados con los actuales, efectos de sonido muy rudimentarios, que estaban bien para la época pero que no estaban tan cuidados como la producción de sonido que se hace actualmente para las series televisivas, y por si fuera poco, todo el trabajo terminaba grabado con los instrumentos de la época que tenían muy poca fidelidad de audio. De nuevo, todas estas apreciaciones son hechas en comparación con las técnicas de grabación actuales, lo cual no deja de ser injusto, así que solo lo menciono como un hecho al margen y no como un juicio de valor de dichas obras.
Si uno se pone a escuchar una serie moderna, como lo puede ser Game Of Trones, House of Cards, Breaking Bad, etc, se puede notar como todo el trabajo de sonorización, musicalización y Foley está tan cuidado, que de verdad uno puede disfrutar de una serie de televisión, tan solo escuchándola, sin necesidad de imagen.
Mia migo, a partir de entonces, acostumbra salir a correr escuchando alguna serie de televisión.
Los últimos días estuve escuchando e investigando acerca de la música concreta y todo el movimiento de música experimental de principios de los sesentas, con la llegada de las primeras computadoras y la manera en la que los pioneros de la música electrónica se las arreglaron para lograr que un aparato para hacer sumas y restas, sirviera también para hacer música.
La música concreta me llevó ineludiblemente a conocer la imagen de Michel Chion y posteriormente a leer un poco sobre su concepto de la audio-visión. Aún no he podido de leer el libro La audiovisión de Michel Chion por completo, pero está en mis planes más próximos.
El concepto de audio-imagen es algo que ya me veía imaginando personalmente, sin embargo no sabía que alguien ya lo había estudiado de una manera tan amplia y desde hace tantos años (el libro es de principios de los 90s).
La audio-imagen, según Chion, es la unidad mínima de expresión que combina una imagen, con uno o varios sonidos o bien un sonido con una o varias imágenes. Esta definición da pie a muchas interpretaciones, reinterpretaciones y re-reinterpretaciones. Como por ejemplo la posibilidad de combinar la voz humana con la palabra escrita, que en su más mínima expresión son un sonido y una imagen. ¿Diapositivas? ¿Comics con sonido? ¿Tarjetas musicales?
Pero dejando de lado estas divagaciones, es obvio que su aplicación más próxima se refiere al discurso audiovisual o bien la cinematografía en particular.
Es verdad, muchas de nuestras experiencias actuales con respecto a los videos o a la manera en la que interactuamos con las redes sociales en Internet, hace que me surja la idea de que ya no vemos, ya no escuchamos. Todo lo que hacemos es audio-ver al mismo tiempo, es una sola cosa, un solo conglomerado que no se puede dividir en sus dos partes primigenias. Vale la pena hacer el esfuerzo de recordar todo lo que nos ha llevado hasta este punto, porque a los pioneros en el cinematógrafo les costó una enorme cantidad de tiempo esfuerzo y creatividad el poder capturar y sincronizar el audio y la imagen en movimiento.
¿Será que a base de tanto entrenamiento podremos mutar en el futuro, si es que no lo hemos hecho ya, y desarrollaremos un aparato específico que se dedique a percibir la audiovisión?
Escapa completamente a mi entendimiento, la forma en la que funcionarán las nuevas generaciones, nacidas ya como nativos digitales. La envejecida sociedad de maestros suele quejarse, muy a menudo, de que los jóvenes ya no leen. Yo definitivamente niego lo anterior y para muestra tenemos los éxitos editoriales como Harry Potter, Crepúsculo y Bajo la misma estrella.
Estas mismas generaciones de maestros, se empecinan en introducir a las nuevas generaciones, un grupo de herramientas, que no son propias del mundo en el que estamos actualmente viviendo. Los adultos, padres y maestros, pretenden que los jóvenes manejen y dominen herramientas pertenecientes al mundo que les tocó vivir a los adultos y que ya no son útiles, en la mayoría de los casos.
Se empeñan en preparar a los jóvenes para poder funcionar en un mundo que ya no existe y que ya no debe de existir, el mundo de sus padres, el mundo de los Baby Boomers y de la Generación X.
Es cierto que es muy importante saber leer y escribir. Un servidor vive de leer y escribir precisamente, además de que el leer y escribir son las herramientas insustituibles para la creación de cualquier otro tipo de contenido.
¿Pero qué hacemos con el mundo del futuro? Qué hacer ante un mundo en el que las personas, de los lugares más urbanizados, ya no van a percibir la realidad en forma de textos escritos en un libro de papel. Más bien todo se hará desde un mismo dispositivo o quizás desde un implante cerebral, donde directamente leerás, escucharas, miraras fotografías, dibujos, o quizás estarás sintiendo textos con la yema de los dedos.
Además, hay que sumarle a esta ecuación que, todo esto tendrá que hacerse, necesariamente con una enorme rapidez, casi la misma rapidez con la que las personas del futuro tendrán que reflexionar, editar y hacer circular sus propias opiniones respecto a lo que acaban de analizar, dentro de las redes sociales del futuro.
Si la gente del futuro no está preparada para interactuar de esta manera, con estas nuevas dinámicas y con esta abrumadora velocidad, entonces será igual a alguien que no puede funcionar en sociedad. Negarse a las nuevas tecnologías, es en esencia lo mismo que negarse a que el hombre pueda producir fuego.
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