Ninguno de nosotros puede evitar ambos extremos de la vida, el nacimiento y la muerte son hechos concretos que ninguna persona ha podido evitar jamás, y que probablemente jamás se puedan comprender del todo.
Los nacimientos se celebran siempre, salvo raras excepciones. Y, salvo raras excepciones también, los seres humanos tememos a la muerte, a lo desconocido, al dejar de ser. Incluso si llegáramos a superar, o por lo menos a ignorar el concepto de dejar de ser, aún así le tendríamos miedo a la manera en que morimos. Nuestro instinto de preservación hace que huyamos y rehuyamos del dolor, y por lo que sabemos la mayoría de las veces el paso entre la vida y la muerte va acompañado de dolor.
Con el objeto de controlar este temor casi siempre buscamos consuelo en las religiones, en las filosofías, incluso en las cosas mundanas como la música, el arte, la literatura, la televisión, el radio. Cosas que hagan que nos olvidemos, aunque sea por un momento, de que inevitablemente todos los que están alrededor de nosotros, y nosotros mismos, algún día dejaremos de ser.
Carl Sagan dijo alguna vez que los secretos de la evolución eran el tiempo y la muerte. Gracias al paso del tiempo y a la presencia de la muerte en nuestra existencia, es que se da el fenómeno del cambio, el fenómeno de la adaptación a nuestro entorno, y si tenemos suerte y las condiciones así lo demandan, tenemos el aumento de la complejidad de nuestros procesos biológicos. Gracias a la muerte apareció en nosotros un cerebro complejo, lo suficiente como para posicionarnos en la cima de la cadena alimenticia de este planeta.
Gracias a la muerte también existen cosas como el arte, la literatura, la escultura, la pintura. Gracias a la muerte también existen cosas como la tecnología, los medios de comunicación, y las formas de organización humana que hemos alcanzado hasta ahora.
Imaginemos, por ejemplo, un mundo inmutable en el cual todo fuera siempre de la misma manera, un mundo donde no existiera la muerte, las personas existirían siempre de la misma forma, y fueran siempre las mismas. No habría prisa por realizar nada, y posiblemente nada sería realizado. No habría necesidad de cambiar nada pues en un mundo en el que las cosas siempre permanecerán de la misma forma, ningún cambio tendría sentido.
Y es aquí donde nos preguntamos si nos gustaría vivir esta manera. Y puesto que nos es imposible responder esta pregunta desde un punto de vista de un ser inmortal, solamente podemos decir desde nuestro punto de vista de seres mortales, que una vida de esta manera sería sumamente aburrida.
Ahora debemos tener en cuenta que los resultados del cambio pueden ser positivos o negativos, de acuerdo con las condiciones y con el punto de vista que tengamos respecto a algún fenómeno. En un mundo eterno, por ejemplo, el acto de la semilla que crece, hasta convertirse en un árbol enorme y sólido, no tendría sentido ni razón de ser por lo tanto no tendría importancia algo que, en nuestra condición mortales, puede parecernos una de las cosas más sublimes de la vida, la vida misma.
Aunque de la misma forma, en un mundo eterno, no tendríamos que observar cómo este mismo árbol poco a poco se va marchitando, va perdiendo su follaje y robustez, hasta convertirse en una simple rama marchita, de la cual el viento pronto se encargará de no dejar rastro alguno. Ni siquiera su recuerdo.
En un mundo eterno la luz y la oscuridad tampoco tendrían sentido, podríamos vivir eternamente en la luz, o eternamente en la oscuridad. Puesto que sabríamos que eventualmente, en un periodo de tiempo infinito, ambas condiciones de luz oscuridad se repetirían un infinito número de veces. Por lo cual la luz y la oscuridad tampoco tendrían valor alguno para nosotros.
La ironía dentro de una vida que fuese eterna, sería justamente que la vida misma carecería de sentido.
martes, 12 de febrero de 2013
lunes, 11 de febrero de 2013
SINTONIZAR MEJOR EL CEREBRO.
Todos hemos pasado por esa sensación, en la que sentimos como si nuestro cerebro fuera una televisión, o más exactamente una radio de las antiguas, esas en las que era muy difícil sintonizar cierta estación, sin ruidos de fondo y sin estática.
Entonces era necesario poner antenas extras, o ingenios muy creativos para lograr una buena recepción en la señal que queríamos sintonizar. Ahora imaginemos que en nuestra situación, de mala sintonización en la señal, supiéramos que se estaba emitiendo un programa muy interesante, pero que todo lo que recibiéramos en nuestro aparato fuera una mezcla de varias estaciones de radio con estática, entre las cuales no podríamos apreciar bien lo que realmente queríamos escuchar.
De esta misma manera funciona nuestro cerebro. Bueno, ya les había advertido en un artículo anterior que yo soy muy dado a las metáforas para entender mejor ciertos conceptos, es una costumbre que me quedó de mis tiempos de preparatoria gracias a un buen maestro de física.
Dicho esto, lo que necesitamos es una buena técnica para poder sintonizar nuestro cerebro, de la misma forma en la que sintonizamos nuestras televisiones y nuestras radios. Al ser éste un problema añejo, como el hombre mismo, muchas personas ya han ideado muchas técnicas para lograr esto, aquí te presento algunas que yo conozco y que personalmente he probado una que otra vez.
1 - Toma una caminata.
En anteriores ocasiones, en este mismo blog, ya he mencionado que yo soy muy aficionado a tomar tranquilas y largas caminatas cerca de mi casa. Incluso se ha demostrado científicamente que una caminata tranquila y relajante es una forma muy buena de mejorar la calidad de tu pensamiento.
Así que simplemente abre la puerta, sal de tu casa y camina durante media hora o una hora. Te darás cuenta que al regresar probablemente tendrás la cabeza llena de interesantes ideas.
Incluso en medio de la misma caminata tendrás el tiempo de reflexionar muchas cosas, Stephen King solía pensar y meditar de esta forma. En muchas ocasiones a pesar de que yo siempre salgo a caminar con mi reproductor de mp3, para escuchar música o algún programa de radio interesante, más de una ocasión me he descubierto a mí mismo pensando en otras cosas, y no prestando atención en absoluto a lo que llevo pegado a mis oídos.
Así que además del obvio beneficio físico que te puede aportar una vigorosa caminata diaria, ahora sabes que mientras estás despabilando tu cuerpo, también estás despabilando tu cerebro. “2 × 1” es una muy buena oferta.
2 - Aléjate del azúcar.
Si quieres entender lo que son las telarañas mentales, comete una dona de azúcar con el estómago vacío, y luego intenta escribir una cuartilla de lo que sea o intenta resolver un problema de matemáticas, unos cinco minutos después de habértela comido. Lo que experimentarás entonces, es lo que en Estados Unidos se llama comúnmente “sugar blues” o bien “depresión por azúcar”. Así que esto es algo que deberás tener en cuenta, como persona dedicada a la creatividad, en los momentos en que necesitas pensar claramente. Alejarte de los carbohidratos simples y el azúcar.
En este aspecto yo mismo lo he podido experimentar, aunque nunca fui un consumidor asiduo de refrescos de cola, es decir yo solo tomaba refrescos durante la comida, y en contadas ocasiones durante la cena. Más específicamente, yo nunca fui de las personas que compraban un refresco fuera del la hora de la comida para refrescarse. De hecho nunca he podido comprender a las personas que beben refresco de cola para quitarse la sed en un día caluroso, por lo menos a mi, este tipo de refrescos nunca me han quitado la sed.
Pero de un tiempo a esta fecha, unos ocho meses o un poco más, he dejado de tomar refresco de cola por completo. Aunque en este punto tengo que ser sincero y confesar que, jamás me hice el propósito de dejar de tomar refrescos de cola, o refrescos con gas en general. Pues como dije anteriormente esto jamás significó un problema para mí, simplemente mi cuerpo fue poco a poco perdiendo el gusto por el refresco con gas, y de esa forma dejé de tomarlo sin siquiera darme cuenta.
Aún así, este cambio tan pequeño que es reducir la ingesta de refresco de uno o dos vasos cada tercer día a cero vasos, si se vio reflejado en cierto aumento de mi claridad mental, lo suficiente como para darme cuenta de él. Aún ahora, comparado con épocas anteriores de mi vida, me doy cuenta de lo diferente que puede llegar a trabajar el cerebro cuando le quitas un exceso de azúcar.
Y es entonces cuando uno se da cuenta de lo peligroso que puede llegar a ser el refresco de cola, cuando te das cuenta de que, tan solo un vaso de refresco, ya representa un exceso de azúcar significativo para el funcionamiento de cualquier organismo.
Por supuesto, yo no tengo la autoridad moral como para pedirle a nadie que deje de consumir ningún tipo de alimento. Como ya lo mencioné, yo no tuve que realizar ningún esfuerzo por dejar de consumir estas cosas, simplemente a mi sentido del gusto dejó de gustarle la sensación del refresco de cola, y fue por esto que deje de tomarlo, no por alguna cuestión de salud. Del aspecto de salud me hice consciente algún tiempo después.
Sin embargo me gustaría dejar aquí abierta esta posibilidad, por si acaso ninguno de los que me leen se había llegado a plantear esta cuestión. Seria bueno que, a partir de ahora, estén más atentos a sí mismos, y analicen si su desempeño mental se ve modificado por su consumo diario de azúcar. Y luego que cada quien tome sus propias decisiones respecto a este punto.
3 - Un espacio organizado significa un pensamiento más claro.
Seré nuevamente honesto. Lo acepto, mi espacio de trabajo no es exactamente un laboratorio suizo de desarrollo de micro-computadoras completamente sellado y esterilizado. Pero si es verdad que he conocido lugares de trabajo mucho peores. Así que podría decirse que mi lugar de trabajo más bien se coloca en el término medio entre desorden y funcionalidad. Vamos, que por lo menos puedes circular libremente y respirar algo de aire puro adentro de mi habitación.
Es rara la persona que realmente puede trabajar mejor adentro de un vertedero de basura, probablemente Charles Bukowski haya sido de los pocos que pudieron hacerlo. Así que éste es un punto importante, puesto que ciertos tipos de desórdenes mentales siempre han acompañado a los oficios creativos, por ejemplo la esquizofrenia, el trastorno obsesivo compulsivo, la depresión, el trastorno maniaco depresivo, el asperger y un largo etcétera.
Así que sería bueno preguntarnos si nosotros, como personas creativas, no tendremos alguna manía que pueda estarnos causando problemas, de los cuales ni siquiera nos hemos dado cuenta. Además de nuevo desde un punto de vista práctico, un espacio de trabajo organizado, significa que no tienes que ir por ahí buscando esta cosa, o aquella cosa, y distrayendo tu mente de lo que realmente deberías estar haciendo.
Alguien que se comporta de esta manera (los enfermos con déficit de atención suelen hacerlo mucho) también podría considerarse como un síntoma de auto sabotaje. En resumidas cuentas, la mayoría de los que nos dedicamos al área de la creatividad (si no es que todos) venimos mal de fabrica, así que tenemos que estar revisándonos y dándonos mantenimiento continuamente.
4 - Duerme mejor.
Los requerimientos de sueño varían de persona a persona, pero se ha logrado establecer que el mínimo de horas de sueño para cualquier persona está alrededor de las cinco horas. Es decir no importa quién seas, la edad que tengas, el lugar en donde estés, o tus hábitos diurnos, si a lo largo de varios días duermes menos de cinco horas diarias vas a enfrentarse a serios problemas de salud.
Algunas personas, como un servidor, incluso sufrimos si dormimos menos de ocho horas. Así es, me confieso como un muy buen dormilón.
Aunado a esto, las investigaciones en el área del sueño indican que después de un mínimo de horas de sueño, es más importante nuestra calidad de sueño para un correcto fusilamiento del cerebro. Es decir lo primero por lo que vemos de preocuparnos es por dormir un mínimo de cinco horas todos los días, después de esto deberemos preocuparnos porque nuestras horas de sueño tengan la mejor calidad posible, y sean ininterrumpidas. Sólo así podrás asegurarse de que tu cerebro está trabajando en óptimas condiciones.
5 - Medita, pero si no quieres no.
Muchas personas dicen que la meditación es buena, e incluso puede ayudar a mejorar nuestra capacidad de concentración. Sólo necesitamos cerrar nuestros ojos, relajarnos, concentrarnos en nuestra respiración durante algunos minutos, aceptar el hecho de que nuestra mente divagará durante esos cinco minutos en los que estemos meditando, pero sin darle la mayor importancia. Después de cinco minutos podemos llegar a sentir que nuestro poder cerebral se incrementa.
Pero si no eres del tipo de personas que les gusta la meditación, o que se interesen en este tipo de teorías, una simple siesta a media tarde puede hacer maravillas también por nuestro pensamiento creativo.
Estas son sólo algunas de las indicaciones, que probablemente ya he mencionado en otros artículos publicados en este blog, sin embargo nunca está de más recordarlas y ahondar un poco más en ellas. De todas formas, más adelante, seguiré dando más indicaciones o consejos que vaya encontrando y que, después de probarlos, resulten útiles para mí, y por lo tanto quizás sean útiles para algunos de ustedes.
Aun así me gustaría saber, a través de la retroalimentación de este post, cuales son las técnicas, indicaciones, o ejercicios que ustedes realizan a la hora de querer armonizar el cerebro y el cuerpo para que trabajen más creativamente.
Entonces era necesario poner antenas extras, o ingenios muy creativos para lograr una buena recepción en la señal que queríamos sintonizar. Ahora imaginemos que en nuestra situación, de mala sintonización en la señal, supiéramos que se estaba emitiendo un programa muy interesante, pero que todo lo que recibiéramos en nuestro aparato fuera una mezcla de varias estaciones de radio con estática, entre las cuales no podríamos apreciar bien lo que realmente queríamos escuchar.
De esta misma manera funciona nuestro cerebro. Bueno, ya les había advertido en un artículo anterior que yo soy muy dado a las metáforas para entender mejor ciertos conceptos, es una costumbre que me quedó de mis tiempos de preparatoria gracias a un buen maestro de física.
Dicho esto, lo que necesitamos es una buena técnica para poder sintonizar nuestro cerebro, de la misma forma en la que sintonizamos nuestras televisiones y nuestras radios. Al ser éste un problema añejo, como el hombre mismo, muchas personas ya han ideado muchas técnicas para lograr esto, aquí te presento algunas que yo conozco y que personalmente he probado una que otra vez.
1 - Toma una caminata.
En anteriores ocasiones, en este mismo blog, ya he mencionado que yo soy muy aficionado a tomar tranquilas y largas caminatas cerca de mi casa. Incluso se ha demostrado científicamente que una caminata tranquila y relajante es una forma muy buena de mejorar la calidad de tu pensamiento.
Así que simplemente abre la puerta, sal de tu casa y camina durante media hora o una hora. Te darás cuenta que al regresar probablemente tendrás la cabeza llena de interesantes ideas.
Incluso en medio de la misma caminata tendrás el tiempo de reflexionar muchas cosas, Stephen King solía pensar y meditar de esta forma. En muchas ocasiones a pesar de que yo siempre salgo a caminar con mi reproductor de mp3, para escuchar música o algún programa de radio interesante, más de una ocasión me he descubierto a mí mismo pensando en otras cosas, y no prestando atención en absoluto a lo que llevo pegado a mis oídos.
Así que además del obvio beneficio físico que te puede aportar una vigorosa caminata diaria, ahora sabes que mientras estás despabilando tu cuerpo, también estás despabilando tu cerebro. “2 × 1” es una muy buena oferta.
2 - Aléjate del azúcar.
Si quieres entender lo que son las telarañas mentales, comete una dona de azúcar con el estómago vacío, y luego intenta escribir una cuartilla de lo que sea o intenta resolver un problema de matemáticas, unos cinco minutos después de habértela comido. Lo que experimentarás entonces, es lo que en Estados Unidos se llama comúnmente “sugar blues” o bien “depresión por azúcar”. Así que esto es algo que deberás tener en cuenta, como persona dedicada a la creatividad, en los momentos en que necesitas pensar claramente. Alejarte de los carbohidratos simples y el azúcar.
En este aspecto yo mismo lo he podido experimentar, aunque nunca fui un consumidor asiduo de refrescos de cola, es decir yo solo tomaba refrescos durante la comida, y en contadas ocasiones durante la cena. Más específicamente, yo nunca fui de las personas que compraban un refresco fuera del la hora de la comida para refrescarse. De hecho nunca he podido comprender a las personas que beben refresco de cola para quitarse la sed en un día caluroso, por lo menos a mi, este tipo de refrescos nunca me han quitado la sed.
Pero de un tiempo a esta fecha, unos ocho meses o un poco más, he dejado de tomar refresco de cola por completo. Aunque en este punto tengo que ser sincero y confesar que, jamás me hice el propósito de dejar de tomar refrescos de cola, o refrescos con gas en general. Pues como dije anteriormente esto jamás significó un problema para mí, simplemente mi cuerpo fue poco a poco perdiendo el gusto por el refresco con gas, y de esa forma dejé de tomarlo sin siquiera darme cuenta.
Aún así, este cambio tan pequeño que es reducir la ingesta de refresco de uno o dos vasos cada tercer día a cero vasos, si se vio reflejado en cierto aumento de mi claridad mental, lo suficiente como para darme cuenta de él. Aún ahora, comparado con épocas anteriores de mi vida, me doy cuenta de lo diferente que puede llegar a trabajar el cerebro cuando le quitas un exceso de azúcar.
Y es entonces cuando uno se da cuenta de lo peligroso que puede llegar a ser el refresco de cola, cuando te das cuenta de que, tan solo un vaso de refresco, ya representa un exceso de azúcar significativo para el funcionamiento de cualquier organismo.
Por supuesto, yo no tengo la autoridad moral como para pedirle a nadie que deje de consumir ningún tipo de alimento. Como ya lo mencioné, yo no tuve que realizar ningún esfuerzo por dejar de consumir estas cosas, simplemente a mi sentido del gusto dejó de gustarle la sensación del refresco de cola, y fue por esto que deje de tomarlo, no por alguna cuestión de salud. Del aspecto de salud me hice consciente algún tiempo después.
Sin embargo me gustaría dejar aquí abierta esta posibilidad, por si acaso ninguno de los que me leen se había llegado a plantear esta cuestión. Seria bueno que, a partir de ahora, estén más atentos a sí mismos, y analicen si su desempeño mental se ve modificado por su consumo diario de azúcar. Y luego que cada quien tome sus propias decisiones respecto a este punto.
3 - Un espacio organizado significa un pensamiento más claro.
Seré nuevamente honesto. Lo acepto, mi espacio de trabajo no es exactamente un laboratorio suizo de desarrollo de micro-computadoras completamente sellado y esterilizado. Pero si es verdad que he conocido lugares de trabajo mucho peores. Así que podría decirse que mi lugar de trabajo más bien se coloca en el término medio entre desorden y funcionalidad. Vamos, que por lo menos puedes circular libremente y respirar algo de aire puro adentro de mi habitación.
Es rara la persona que realmente puede trabajar mejor adentro de un vertedero de basura, probablemente Charles Bukowski haya sido de los pocos que pudieron hacerlo. Así que éste es un punto importante, puesto que ciertos tipos de desórdenes mentales siempre han acompañado a los oficios creativos, por ejemplo la esquizofrenia, el trastorno obsesivo compulsivo, la depresión, el trastorno maniaco depresivo, el asperger y un largo etcétera.
Así que sería bueno preguntarnos si nosotros, como personas creativas, no tendremos alguna manía que pueda estarnos causando problemas, de los cuales ni siquiera nos hemos dado cuenta. Además de nuevo desde un punto de vista práctico, un espacio de trabajo organizado, significa que no tienes que ir por ahí buscando esta cosa, o aquella cosa, y distrayendo tu mente de lo que realmente deberías estar haciendo.
Alguien que se comporta de esta manera (los enfermos con déficit de atención suelen hacerlo mucho) también podría considerarse como un síntoma de auto sabotaje. En resumidas cuentas, la mayoría de los que nos dedicamos al área de la creatividad (si no es que todos) venimos mal de fabrica, así que tenemos que estar revisándonos y dándonos mantenimiento continuamente.
4 - Duerme mejor.
Los requerimientos de sueño varían de persona a persona, pero se ha logrado establecer que el mínimo de horas de sueño para cualquier persona está alrededor de las cinco horas. Es decir no importa quién seas, la edad que tengas, el lugar en donde estés, o tus hábitos diurnos, si a lo largo de varios días duermes menos de cinco horas diarias vas a enfrentarse a serios problemas de salud.
Algunas personas, como un servidor, incluso sufrimos si dormimos menos de ocho horas. Así es, me confieso como un muy buen dormilón.
Aunado a esto, las investigaciones en el área del sueño indican que después de un mínimo de horas de sueño, es más importante nuestra calidad de sueño para un correcto fusilamiento del cerebro. Es decir lo primero por lo que vemos de preocuparnos es por dormir un mínimo de cinco horas todos los días, después de esto deberemos preocuparnos porque nuestras horas de sueño tengan la mejor calidad posible, y sean ininterrumpidas. Sólo así podrás asegurarse de que tu cerebro está trabajando en óptimas condiciones.
5 - Medita, pero si no quieres no.
Muchas personas dicen que la meditación es buena, e incluso puede ayudar a mejorar nuestra capacidad de concentración. Sólo necesitamos cerrar nuestros ojos, relajarnos, concentrarnos en nuestra respiración durante algunos minutos, aceptar el hecho de que nuestra mente divagará durante esos cinco minutos en los que estemos meditando, pero sin darle la mayor importancia. Después de cinco minutos podemos llegar a sentir que nuestro poder cerebral se incrementa.
Pero si no eres del tipo de personas que les gusta la meditación, o que se interesen en este tipo de teorías, una simple siesta a media tarde puede hacer maravillas también por nuestro pensamiento creativo.
Estas son sólo algunas de las indicaciones, que probablemente ya he mencionado en otros artículos publicados en este blog, sin embargo nunca está de más recordarlas y ahondar un poco más en ellas. De todas formas, más adelante, seguiré dando más indicaciones o consejos que vaya encontrando y que, después de probarlos, resulten útiles para mí, y por lo tanto quizás sean útiles para algunos de ustedes.
Aun así me gustaría saber, a través de la retroalimentación de este post, cuales son las técnicas, indicaciones, o ejercicios que ustedes realizan a la hora de querer armonizar el cerebro y el cuerpo para que trabajen más creativamente.
lunes, 4 de febrero de 2013
SEGUNDOS LARGOS CAMINO INCIERTO.
Lo descubrí un día de verano, aunque no recuerdo muchos detalles sobre ese día. Recuerdo que mis sentidos estaban aturdidos, mi estado físico no podía estar peor, y mi estado anímico simplemente estaba ausente. Pasaba por una mala etapa, tan mala que yo mismo me daba cuenta. La persona que estaba enfrente de mí lloraba sin lágrimas, se quejaba sin ruido, a fin de cuentas era un reflejo.
Pero este reflejo rompía con el silencio y la calma con su inexplicablemente perturbadora estampa. Se trataba de mí, pero al mismo tiempo se trataba de otra persona, de alguien que yo no había elegido ser, pero al mismo tiempo tampoco había elegido no serlo. Fueron segundos, minutos quizás, que nunca pude tocar pero que me han seguido hasta el día de hoy. Y que seguramente me seguirán hasta el último de mis suspiros. No sabía qué era lo que estaba sucediendo, pero estaba sucediendo, e iba a suceder, conmigo o sin mí.
Durante mucho tiempo me distraje ignorándolo, envidiándolo, compadeciéndolo a veces, viendo cómo malgastaba sus días luchando en contra de la ideología de un mundo que ni siquiera entendía, y que para enfrentarlo no tenía otra arma más que otra ideología, igual de equivocada pero, con mejor marketing. A veces discutía con él, la mayor parte del tiempo sólo permanecíamos uno al lado del otro, sin pronunciar una palabra, sin hacer ningún movimiento, para evitar que nuestras actitudes sugirieran algún tema que no queríamos abordar.
Luego llegó el momento en que luchamos contra el amor, en vez de simplemente hacerlo. Despreciaba la situación del resto del mundo, al mismo tiempo que también la envidiaba. Despreciaba a los individuos diferentes a mí, al mismo tiempo que también deseaba ocupar su lugar. Transitamos haciéndonos compañía mutuamente durante años, los cuales parecían extenderse mucho más que lo que realmente duraron.
Luego un día nos encontramos a mitad del camino, volteamos para ver hacia atrás de nosotros, nos encontramos con unas ruinas que, ciertamente eran algo digno de verse, pero que no compensaban el esfuerzo y el tiempo dedicado en esas ruinas comparadas con el resultado final. Una ruina, aunque sea suelo sagrado, no sirve para otra cosa más que para ser una ruina.
El sueño nos vence, y la vaga promesa de un mejor despertar el día de mañana no es suficiente para consolar nuestro espíritu. Lo cual no deja de ser una conceptualización para algo que seguramente no existe, y si existiera, entonces no debería de existir.
Alguna vez escuché que él se refirió al amor como “la maldita rata a la que tienes que esforzarte por no alimentarla para que se muera, y que muchas veces aún así tarda mucho tiempo en morir”. Aún no he podido comprender de qué manera puedo repeler, que esa cosa rara, esa casi abstracción que observa detrás del espejo. Seguramente también se trata de un reflejo.
Nunca he podido superar ese extraño reflejo que me ha acompañado durante toda la vida, y que al mismo tiempo sigo sin conocer absolutamente nada de él.
Yo era muy pequeño, no comprendía muchas cosas, de hecho no comprendía casi nada. Pero solía verle pasar largas horas frente al vidrio sucio de esa puerta de madera con pintura blanca a medio caer, sentado o recostado sobre el piso, tomando las imágenes del exterior, tomando las corrientes de aire, tomando el tiempo e hilándolo finamente y regresando todo eso al mundo, en forma de palabras y de teoría de su vida.
Había algo en su mente que lo obligaba a recriminarse todas las cosas malas ocurridas y por ocurrir. Pero no de manera consciente sino de forma oculta, como los ladrones que se escurren en la fortaleza, amparados por la noche y por la falta de atención en los detalles.
Me sentía mal, sentía rabia, juzgaba de manera acertada que había sido arrojado a la vida con piezas defectuosas, e incluso con piezas faltantes. Y probablemente así fuera, pero todavía peor era que no sabia cómo funcionaban las piezas que de hecho tenía. No sabía cómo se llamaban, no sabía cómo debían ser armadas, y una vez que estuviera armado no sabía cómo apreciar si faltaban piezas, y mucho menos sabía cómo reparar todo esto.
Luego de varias décadas, he aprendido a estar a su lado, no a entenderle, no a aceptarlo del todo, mucho menos a ensamblarlo correctamente. Ésas cosas posiblemente jamás las conoceré. Pero por lo pronto ahora ya puedo estar al lado suyo y, en un buen día, hasta albergar buenos sentimientos respecto a él.
Supongo que eso es a lo que la gente le llama equilibrio.
Pero este reflejo rompía con el silencio y la calma con su inexplicablemente perturbadora estampa. Se trataba de mí, pero al mismo tiempo se trataba de otra persona, de alguien que yo no había elegido ser, pero al mismo tiempo tampoco había elegido no serlo. Fueron segundos, minutos quizás, que nunca pude tocar pero que me han seguido hasta el día de hoy. Y que seguramente me seguirán hasta el último de mis suspiros. No sabía qué era lo que estaba sucediendo, pero estaba sucediendo, e iba a suceder, conmigo o sin mí.
Durante mucho tiempo me distraje ignorándolo, envidiándolo, compadeciéndolo a veces, viendo cómo malgastaba sus días luchando en contra de la ideología de un mundo que ni siquiera entendía, y que para enfrentarlo no tenía otra arma más que otra ideología, igual de equivocada pero, con mejor marketing. A veces discutía con él, la mayor parte del tiempo sólo permanecíamos uno al lado del otro, sin pronunciar una palabra, sin hacer ningún movimiento, para evitar que nuestras actitudes sugirieran algún tema que no queríamos abordar.
Luego llegó el momento en que luchamos contra el amor, en vez de simplemente hacerlo. Despreciaba la situación del resto del mundo, al mismo tiempo que también la envidiaba. Despreciaba a los individuos diferentes a mí, al mismo tiempo que también deseaba ocupar su lugar. Transitamos haciéndonos compañía mutuamente durante años, los cuales parecían extenderse mucho más que lo que realmente duraron.
Luego un día nos encontramos a mitad del camino, volteamos para ver hacia atrás de nosotros, nos encontramos con unas ruinas que, ciertamente eran algo digno de verse, pero que no compensaban el esfuerzo y el tiempo dedicado en esas ruinas comparadas con el resultado final. Una ruina, aunque sea suelo sagrado, no sirve para otra cosa más que para ser una ruina.
El sueño nos vence, y la vaga promesa de un mejor despertar el día de mañana no es suficiente para consolar nuestro espíritu. Lo cual no deja de ser una conceptualización para algo que seguramente no existe, y si existiera, entonces no debería de existir.
Alguna vez escuché que él se refirió al amor como “la maldita rata a la que tienes que esforzarte por no alimentarla para que se muera, y que muchas veces aún así tarda mucho tiempo en morir”. Aún no he podido comprender de qué manera puedo repeler, que esa cosa rara, esa casi abstracción que observa detrás del espejo. Seguramente también se trata de un reflejo.
Nunca he podido superar ese extraño reflejo que me ha acompañado durante toda la vida, y que al mismo tiempo sigo sin conocer absolutamente nada de él.
Yo era muy pequeño, no comprendía muchas cosas, de hecho no comprendía casi nada. Pero solía verle pasar largas horas frente al vidrio sucio de esa puerta de madera con pintura blanca a medio caer, sentado o recostado sobre el piso, tomando las imágenes del exterior, tomando las corrientes de aire, tomando el tiempo e hilándolo finamente y regresando todo eso al mundo, en forma de palabras y de teoría de su vida.
Había algo en su mente que lo obligaba a recriminarse todas las cosas malas ocurridas y por ocurrir. Pero no de manera consciente sino de forma oculta, como los ladrones que se escurren en la fortaleza, amparados por la noche y por la falta de atención en los detalles.
Me sentía mal, sentía rabia, juzgaba de manera acertada que había sido arrojado a la vida con piezas defectuosas, e incluso con piezas faltantes. Y probablemente así fuera, pero todavía peor era que no sabia cómo funcionaban las piezas que de hecho tenía. No sabía cómo se llamaban, no sabía cómo debían ser armadas, y una vez que estuviera armado no sabía cómo apreciar si faltaban piezas, y mucho menos sabía cómo reparar todo esto.
Luego de varias décadas, he aprendido a estar a su lado, no a entenderle, no a aceptarlo del todo, mucho menos a ensamblarlo correctamente. Ésas cosas posiblemente jamás las conoceré. Pero por lo pronto ahora ya puedo estar al lado suyo y, en un buen día, hasta albergar buenos sentimientos respecto a él.
Supongo que eso es a lo que la gente le llama equilibrio.
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