Ahí estás, en este ataúd oscuro que es horrible, pero al mismo tiempo te veo tan tranquilo. Casi podría pensar que te gusta el lugar en donde estás. A tus lados hay dos cirios gigantescos, que pareciera que están velándote y al mismo tiempo haciéndote una respetuosa guardia. Pareciera que realmente están llorándote, llorando tu muerte. Bien podrían ser admiradores tuyos.
Duermes tranquilamente, como dormiste seguramente cuando fuiste un niño. Siempre he pensado que la muerte es el lugar de dónde venimos antes de nacer, de esta forma podría decirse que venimos de la muerte y regresaremos a la muerte, como si la muerte misma fuera nuestra progenitora.
Cada noche que vamos a dormir, también es una pequeña muerte. No sabemos nada de nosotros hasta el día siguiente, en que nos despertamos, de esta forma la muerte también podría considerarse un descanso. Un descanso desconocido para nosotros, una especie de descanso aún más profundo, el último descanso y el descanso más placentero de todos.
Ahora estás aquí, en este ataúd, y aquí te quedaras para siempre. También pareciera que todos tendremos que regresar a esta cama protegida, muy parecida a las cunas de cuando fuimos bebés. Es una última cuna para los humanos en su etapa de adultos, en el mejor de los casos. Me da la idea de que, en cierta forma, volvemos a ser niños y fuera necesario que nos protegieran del exterior, a la hora de morir.
La muerte también es penosa, llega a ser humillante. Algunas personas que quisiste y que te quisieron en vida, seguramente rezarán por tu alma. Para otros más tu muerte se convertirá en anécdota. “Aquella vez en que murió fulanito y que el día estuvo triste creo que hasta llovió, pero no me acuerdo muy bien”.
No se abrió el cielo, no cambió el mundo. En realidad siempre he pensado que cuando uno muere, lo que experimentas es el irte alejando de esta existencia. Uno va alejándose hacia el cielo, o bien alejándose hacia abajo hacia las entrañas de la tierra. De todas maneras, la experiencia debe de ser el ver como poco a poco todo se hace más pequeño y la terrible sensación de ver cómo todo sigue funcionando exactamente igual, a como funcionaba cuando tú estabas vivo.
Seguramente es el golpe más terrible que puede recibir nuestro ego. ¿Dónde están tus padres dónde están tus hermanos? ¿Qué acaso a lo largo de toda tu vida no encontraste a ningún amigo?
La verdad es que nadie puede acompañarte durante la muerte. En realidad, todos sabemos esto de manera intuitiva, nadie te acompañará una vez que mueras. Quizás antes de morir alguien sostendrá tu mano, pero no podrá hacer nada más que eso. Es un viaje que uno tiene que hacer en solitario.
Por eso es que la muerte también es el más solitario de los viajes.
Tus manos forman una especie de adorno, entrelazadas sobre tu pecho, como queriendo sujetar todas las cosas que pasaron durante tu vida. Todos esos buenos momentos, pero también los malos momentos que viviste durante toda tu estancia en esta tierra.
Seguramente, en el momento en que morimos, poco a poco se van escapando de nuestro cuerpo todos lo recuerdo de nuestra vida. Porque a alguna parte deben ir ¿verdad? Quizás de alguna manera, las personas en la antigüedad, intuían que toda nuestra vida se escapa a través de nuestro pecho. A lo mejor por eso surgió la tradición de que a los muertos se les entrelazan las manos sobre su pecho. Para que de esta manera uno pueda sentir sobre sus dedos, por última vez, como toda su vida, como todos sus recuerdos se van escapando poco a poco de nuestro pecho.
Sería un último gesto de misericordia para con los muertos.
No conozco tu pasado, no sé qué fue lo que hiciste durante tu vida. Seguramente buscaste la fama y el éxito al igual que todos nosotros. Eres igual a todos los que seguimos vivos y eres igual a todos los que han muerto desde el inicio de la humanidad.
Es extenuante el pensar que una persona, que hizo exactamente lo mismo que yo estoy haciendo en este momento, terminó de la misma manera que cualquier otra persona. Me remite a pensar en lo inevitable que es que yo terminaré exactamente de la misma forma en la que te estoy viendo en este momento.
Me veo a mi mismo dentro de tu ataúd y es entonces que desearía haber podido poner mi mano en tu corazón, mientras estabas vivo. Quizás desearía haber podido conocerte un poco más, quizás podría haberte mostrado que no estabas solo. Podría haberte recordado que los seres humanos, de cierto modo, estamos solos en el mundo pero también todos estamos juntos en el mismo planeta.
Quizás tú si puedas hacer algo por mí, quizás tú puedas hacerme el favor que yo no pude hacerte. A lo mejor, en donde quiera que tú estés en este momento, podrías esperar por mí. Esperar a que llegue mi última hora.
Tal vez nadie vaya a llorar una vez que yo muera en este mundo, al igual que nadie ha llorado tu partida. Tal vez el verdadero luto, el verdadero significado de nuestra muerte, se encuentra del otro lado, en el mundo que quizás existe del otro lado de la muerte.
Quizás la verdadera vida existe después de nuestra muerte. Quizás el que en realidad está vivo eres tú, adentro de ese ataúd. Y yo, mientras escribo estas líneas, ni siquiera he nacido todavía.
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