domingo, 12 de mayo de 2013

LAS MENTIRAS SON MEJORES... EN OCASIONES.

Creo que, bajo ciertas circunstancias, prefiero ciertas mentiras en lugar de ciertas verdades.  Por ejemplo siempre me han llamado la atención las personas denominadas mitómanas. Mas allá de considerarlas como personas con una enfermedad, cuyo único objetivo en la vida es mentir, considero a este tipo de personas como un amasijo de ideas y pensamientos divergentes.

Siempre he pensado que a estas personas, los mitómanos, la realidad les parece tan simple, tan mundana, tan sosa que han de rebuscar en su mente para completar y mejorar la gris trama que se vive día con día. Además platicar con este tipo de personas puede ser muy divertido. Siempre y cuando sepas que estas hablando con un mitómano o una mitómana, puedes pasar un rato muy ameno escuchando a estas personas.

He reído mucho escuchando aquellas ideas, sin aparente sentido en ocasiones, y en otras con tanta verosimilitud que uno llega incluso a cuestionarse qué puede ser más real, la mentira o la aparente realidad en la que todos vivimos.

Creo que comencé mi relación con la fantasía, y por ende con la mentira, gracias a la televisión durante mis años de infancia. Después de esto siguieron las historietas y por último la literatura de ficción y los libros de relatos. Pero más interesante es la anécdota que viene a mi mente, cuando pienso en los mitos y los mitómanos.

Fue durante la primaria, debió ser en segundo o tercer grado, que una niña realmente creativa, me llamaba especialmente la atención (recuerdo que se llamaba Daniela) debido a su creatividad. Un día me contó que uno de nuestros compañeros se había quedado con una de sus pertenencias, no recuerdo exactamente qué, pero que afortunadamente la había recuperado.

Entonces procedió a contarme “la historia” a través de la cual ella había logrado que este compañero le regresara su pertenencia, no sin antes haber tenido que grabarlo, sin que él se diera cuenta, para presentar la grabación como prueba ante la profesora. Obviamente resulta sumamente extraño que una niña de 9 años tuviera acceso a una grabadora de voz de casette en 1994… pero ese tipo de cosas tampoco te las cuestionas a los 9 años.

Poco tiempo después esta misma compañera de clase hizo, y llevo a la escuela, una especie de “fanzine”. Se trataba de unas cuantas hojas de maquina dobladas por la mitad, en donde había dibujado con plumas y colores lo que seria una revista, con diferentes secciones, artículos, fotografías, (dibujos en realidad) un sumario, una presentación, y algunas cosas mas. La verdad a pesar de estar hecha a mano era notable lo mucho que se parecía a una revista de verdad, (consideremos que estaba hecho por una niña de 9 años y visto por los ojos de un niño de 9 años) sobre todo en aquellas épocas que las composiciones y grafismos de las revistas eran mas sencillos.

Me llamaron tanto la atención aquellos papeles, que tuve el impulso de tomarlos y llevármelos a mi casa. En primer lugar para leerlos, y en segundo lugar para hacer algo parecido, pues en aquel momento un servidor ya tenía el interés por el dibujo, pero nunca había visto que alguien de mi edad hubiera hecho algo tan formal usando plumas, colores y unas cuantas hojas.

Y así lo hice, sin que Daniela se diera cuenta tome esas hojas, las escabullí no recuerdo en donde, y llegue con ellas a mi casa, las leí y posteriormente comencé a crear alguna cosa muy parecida, aunque seguramente con mejores gráficos, pues esa era mi única gracia. Fue quizás ahí donde descubrí un hecho entre los profesionales de la creatividad, diseñadores, pintores, escritores, etc. Y es que las segundas versiones de cualquier obra, es muy fácil que sean mejores en cuanto a técnica, calidad de ejecución, presentación, u otros aspectos, precisamente por descansar sobre la versión anterior. Pero aun así, esto solo hace que las versiones originales tengan más valor conceptual.

Al día siguiente durante algún descanso entre clases, me acerque a Daniela y le regrese su “revista hecha a mano”. El germen de la filia por las revistas ya se había plantado en mi cabeza y me duro hasta pasada la mitad de la década pasada. Tomando en cuenta que estaba frente a una niña que le gustaba exagerar, no me importo “exagerar” la verdad y le dije que ella misma me la había prestado, y por eso ahora se la devolvía.

Al parecer se lo creyó, pero también me dio la impresión de que ella no le tomaba mucho interés a estas hojas en particular. Me pregunto si acaso esa no era ni la primera, ni la mejor de sus “revistas caseras”, y si acaso guardaba en casa la mejor parte de sus creaciones.

No recuerdo exactamente la manera en la que sucedieron las cosas, pero estoy seguro de que gran parte de mi posterior interés en la letra escrita, (el interés en las imágenes ya lo tenia) se lo debo a esa niña, y a sus precoz aspiración editorial. Viéndolo a la distancia es curioso ver como comenzó todo. Una niña mitómana, que precisamente por ser creativa me mostró en determinado momento que la gente podía hacer cosas muy interesantes, con muy poco, y posteriormente me llevó a interesarme en este asunto del “como se hace”… y de copiar a los que ya saben como hacerlo.

Los siguientes años de mi vida, y hasta la fecha, los he dedicado a apreciar las mentiras (mitos) que otras personas crean, a crear los míos propios, de vez en cuando, y a averiguar la manera en la que, unas hojas en blanco, se pueden convertir en una cosa que las demás personas puedan ver, apreciar, o consumir.

Creo que la formula para conseguir cualquier cosa, me la presento Daniela claramente cuando teníamos 9 años. El secreto para “ser” algo, es hacer y comportarte como lo que quieres ser, hasta que un día lo seas. Y además, no dudes que en el proceso vas a impresionar a unos cuantos, que de hecho te comprarán la idea de que eres bueno en lo que haces.

Aunque por dentro realmente solo seas un niño de 9 años, con lápices de colores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario