Una de las pocas cosas que me perturban sobre la muerte, mi
propia muerte, es el hecho de que todo lo que albergan nuestras cabezas
desaparezca. Nosotros somos quienes somos, gracias a nuestros recuerdos. Si
perdiéramos la capacidad de guardar recuerdos en nuestro cerebro, entonces
seriamos como una persona nueva en cada día de nuestra vida, y definitivamente
dejaríamos de ser individuos, dependeríamos en gran parte de otras personas
para cubrir nuestras necesidades básicas, y poco podríamos hacer con nuestra
vida. Si no creen esto último les recomiendo un documental llamado “El hombre con 7 segundos de memoria”. Es lo ideal, para ver, en estas épocas de celebración.
Hasta donde sabemos, nuestros recuerdos residen en nuestro
cerebro en todo momento. Por ejemplo, es poco común que, a lo largo de nuestro día,
cada uno de nosotros recordemos nuestro primer día de escuela. Generalmente es
un recuerdo que, a pesar de ser uno de los recuerdos mas fuertes, solo acude a
nosotros cada vez que alguien nos lo menciona, o algún agente externo, nos
dispara el recuerdo. Tal como lo acabo de hacer yo en este momento.
Lo curioso del asunto
es que, ese recuerdo del primer día de escuela, no se encontraba hace unos
momentos dentro de tu pensamiento. Ahora si lo esta (pues seguramente al estar
leyendo esto, una parte de tu cerebro comenzó a recordar tu primer día de
clases, mientras tu seguías leyendo), pero ¿Desde donde es que ha venido? Si
quisiéramos rastrear dicho pensamiento, nos daríamos cuenta de que en realidad
se trata de un patrón de impulsos eléctricos, que se están llevando cabo dentro
de nuestro cerebro. Y es gracias a esto que la imagen y las sensaciones de
aquel día emergen en nuestro pensamiento.
No sabemos exactamente de que manera, pero lo mas lógico es
suponer que, a pesar de que el patrón de impulsos eléctricos que producen el recuerdo
no esta sucediendo todo el día, todos los días en nuestro cerebro, hay algo
dentro del mismo que puede albergar esta información en todo momento. Luego,
cuando nosotros conscientemente le pedimos esta información al cerebro, de
alguna manera que desconocemos, el cerebro reproduce de nuevo esta secuencia de
impulsos eléctricos, y aparecen de nuevo las imágenes y las sensaciones de
nuestro primer día de escuela, en nuestra cabeza.
Hasta donde los instrumentos médicos nos permiten ver al
cerebro, lo que sucede es que la persona ordena al cerebro recordar, y acto
seguido los recuerdos “suceden”. Nuestro cerebro se las arregla para procesar y
guardar de manera, mas o menos permanente, el recuerdo de nuestro primer día de escuela, pero
también todos los otros recuerdos, del resto de nuestra vida. Dentro de apenas 1400
gramos de materia gris.
Lo peor de todo es que cuando morimos, al parecer, nuestro
cerebro es lo primero en morir. Malas noticias, pues cualquiera que haya
intentado meter un CD dañado a una lectora de CDs, sabe que si el soporte esta
dañado, en este caso con necrosis por falta de oxigeno, poco se puede hacer por
recuperar la información que tenia almacenada. Que muera nuestro cerebro es
perder una enorme, y supongo yo, valiosísima cantidad de información. Lo mas
espeluznante de todo es que esto es algo que sucede miles de veces todos los
días. Y algún día mi cerebro, y el cerebro de todos ustedes que están leyendo
estas líneas, morirán también.
¿Te quieres volver loco cada vez que tu computadora debe ser
formateada y no tuviste oportunidad de hacer un respaldo? Ahora imagínate el día
que pierdas el respaldo de todos los recuerdos, de toda tu vida. Supongo que el
único consuelo que nos queda es que, como dije al principio: “una vez que uno
muere, poco nos importará lo que suceda después con nuestro cuerpo, o con el
resto del mundo”.
Por supuesto, para esto se inventaron los libros. La primer
línea escrita en la historia de la humanidad, seguramente fue escrita por un
cavernícola que, en el colmo de su frustración por no poder comunicar su idea
directamente a la mente del otro cavernícola, comenzó a gesticular, a manotear,
y por ultimo, tal vez por accidente, a realizar surcos en la tierra, para
tratar de que su interlocutor comprendiera su idea original. Luego con el
tiempo quizás se dieron cuenta de la importancia de conservar dichos surcos
para no tener que repetirlos cada vez que quisieran explicarle lo mismo a una
persona diferente. Y así fue que unos meses mas tarde se desarrolló el IPad…
mas o menos así sucedió.
Pero incluso la narración más vívida, la novela mas
completa, o la historia mas emocionante, no es mas que una pálida copia al
carbón de las vivencias reales, e incluso de nuestros recuerdos. La diferencia
entre un recuerdo y una biografía, sería como la diferencia entre un sueño y
platicar tu sueño a otra persona al día siguiente. No hay punto de comparación
entre ambas cosas.
Les puedo poner un ejemplo de esto. Uno de mis recuerdos mas
antiguos es una ocasión, a los tres o cuatro años quizás, en que dentro de una
bolsa de frituras me salió una estampa con una caricatura. No estoy seguro pero
esa debió ser la primera vez que vi una cosa como esas, recuerdo que me
preguntaba que era lo que tenia en las manos en ese momento, y el porque había
salido de la bolsa de donde salían las “cosas” que yo me estaba comiendo.
Seguramente es que así eran las cosas en el mundo, de vez en cuando uno esta
comiendo “cosas”, aparecen papeles con dibujos, ahora la pregunta era que hacer
con ese papel con una caricatura dibujada. Que mundo tan extraño era ese mundo
al que yo me enfrentaba.
Incluso recuerdo, o creo recordar el lugar en el que sucedió
esto, que ahora les describo, incluso podría señalarlo en un mapa, o
mostrárselos en google street view. Pero aun así no podrían tener la
experiencia de los ojos de un niño de 4 años, en un día soleado de 1989, viendo
por primera vez una estampa con una caricatura. Lo recuerdo y hasta alcanzo a
visualizarlo como una película borrosa y antigua (grabada en 8mm), pero soy la
única persona del mundo que podrá ver esta película.
Lo triste del asunto es que nuestros recuerdos y vivencias,
solo son accesibles para nosotros mismos. La ciencia ficción nos da la
esperanza de que, algún día, se desarrolle alguna técnica para poder compartir
recuerdos y experiencias entre seres humanos, pero por lo pronto solo son fantasías.
Por lo pronto, mas que la esperanza del año nuevo, yo
conservo la esperanza de que la singularidad entre hombre y maquina suceda
antes de que yo muera. Y si además, el volcado de cerebros dentro de
computadoras, resulta ser algo de rápida expansión y relativo fácil acceso, así
como lo fue el internet, pues que mejor.
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