El estar sentado en ese oscuro y conocido bar de la ciudad, ya se me había hecho una costumbre aburrida. Me encontraba adormilado viendo las paredes de siempre, con la decoración de siempre, con los muebles de siempre y prácticamente con los mismos parroquianos de siempre. En esas estaba cuando sentí aquella presencia nueva.
No puedo describir con palabras lo que se siente el presentir a alguien, antes de verlo en realidad. Supongo que de verdad había pasado demasiadas tardes en ese lugar, y por fuerza de costumbre, me habitué tanto al entorno y a las cosas de este sitio, que llegue al punto de percibir cualquier cosa ajena al lugar, sin utilizar mis sentidos. O tal vez era que ya había bebido suficiente.
Apenas lograba ver su cara, el humo y el ruido intenso del local me entorpecían mis sentidos, que de por sí ya estaban adormecidos con el alcohol. Lo que en realidad importaba fue que de pronto, y al lado mío, estaba la silueta de una bella mujer.
Ella se acercó decidida, y pude comenzar a apreciar las facciones de su rostro. Primero que nada, un gesto risueño que me pareció muy sexy, era lo que los yanquis llamarían: una “girl next door”. Mi primer pensamiento fue que ella me sonreía demasiado como para ser la primera vez que nos veíamos. Por lo cual intuí que algo quería de mí.
Ella abrió su blusa y me mostró sus senos. "Qué chica más liberal", pensé. Lo más extraño de todo es que, hasta ese momento, ninguno de los dos había dicho palabra alguna.
En ese momento se me quedó grabada su sonrisa y sus dos senos, ella por su parte se debe de haber quedado con el recuerdo de mi cara de imbécil, y la mancha de mi camisa cuando, por la impresión, vacié generosamente mi bebida sobre mi pecho.
Ella frente a mí, semidesnuda, en un rincón del bar. Con su belleza expuesta frente a mi boca abierta. Se dirigió al barman, con la seguridad de alguien que puede dejar con cara de estúpido a cualquier hombre simplemente desabotonándose la blusa.
Hizo un gesto extraño con su mano mientras le decía al barman algo que no pude entender, pero que seguramente era: "Dame lo de siempre, con el hielo bien triturado y con sal en el borde de la copa. Ponle por favor medio limón y cárgalo a la cuenta del tipo aquel, que tiene cara de idiota”.
Durante media hora compartimos mesa y bebidas. Probé cocteles cursis que nunca había probado, y que no tenía necesidad de probar, pero en fin. Sospechaba que la noche duraría más de lo normal, y entendí que algo interesante pasaría más adelante.
La conversación era muy animada, pero el ambiente era extraño al mismo tiempo. Parecía que nos conociéramos de siempre. En eso otra mujer se nos acercó y le saludó "Hola Nelly, ¿Cómo estás?, ¿Oye mañana hablamos, sale? ¡Cuídate bye!".
Se llamaba Nelly. La dueña de esas dos maravillas se llamaba Nelly. ¡La mujer de mi vida se llamaba Nelly! Me pareció un buen nombre para llevarlo la mujer de toda mi vida. Como la coprotagonista de una película. Obviamente ella notó mi emoción al obtener esa información.
- Así que te llamas Nelly... y aparte de Nelly ¿Qué más eres?
- No hay que hablar de eso, en este momento nuestros nombres no importan. Vámonos. (Al decir esto se levantó).
- ¿Uh? ¿Adónde vamos?
- Tú dime... ¿Tu casa o la mía?
¿Pero qué demonios está pasando? Todo corría muy rápido como para procesarlo correctamente.
- Espera. Vamos a tranquilizarnos un momento…
- No, yo no puedo esperar…
- Nelly, necesito saber… ¿Te importaría mucho si...?
- ¡Espera un momento! ¿Tienes dinero?
- No, espera, déjame hablar... Tú me gustas. Quiero decir… ¡De verdad me gustas! La manera en que te ríes, tu forma de hablar, tu actitud, tu sentido del humor, ¡Siento que te conozco desde siempre!
(Silencio).
- No sé qué sea esto pero… ¡Me gustas mucho!
(Silencio)
- Dime algo por lo menos… lo que sea. (Como esperando que ella también confesara su atracción hacia mi).
- Tienes dinero, ¿sí o no?
Efectivamente Nelly cobraba por dar su amor (mejor dicho, todo excepto su amor) al mejor postor. La mujer de mi vida se escapaba de mi lado, así que no tuve tiempo de pensar tenía que actuar rápido.
Quizás mi amor la haría cambiar. O tal vez mis palabras, o tal vez algo mágico sucedería, como en las películas. Después de todo, ella tenía nombre de película. Como en la película “Pretty Woman”.
De hecho seria exactamente como “Pretty Woman”, solo que al revés. Porque seguramente ella ganaba mucho más dinero que yo, siendo un pobre diablo que apenas estaba por terminar sus estudios. ¿De verdad estaba considerando enamorarme de una prostituta siendo un donnadie, sin nada en el mundo?
Desgraciadamente ya era muy tarde, ya la había elegido para ser la mujer de mi vida. Mi amor sincero ya le pertenecía a ella.
Extendí mis brazos, demostrándole dicho amor sincero. Sonreí esperando que comprendiera que frente a ella, y entre nosotros, había algo mucho más grande que su vida o la mía. De esta manera posiblemente entraría en razón, y simplemente le dije: “¡Te amo!”.
Ella no dijo nada. Me empujó para apartar mis brazos y se dirigió a toda velocidad hacia la puerta. Mientras franqueaba la salida, volteo su cara hacia mí y me dio una última mirada.
Su expresión no era de confusión, ni de enojo por haberle hecho perder su tiempo. Más bien era de arrepentimiento, de lastima… ¿De nostalgia quizás? Era una mirada de resignación, ante algo que sabes de sobra que no te corresponde, pero que desearías tener, si tan solo nuestra suerte fuera otra, o fuéramos otras personas, bajo otras circunstancias.
Quizás en otro lugar, en otro tiempo y en otra existencia.
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