Existió una vez un periodista inquieto, que buscaba realizar la mejor entrevista de todos los tiempos. Este periodista deseaba entrevistar a un hombre muy sabio, quizás al más sabio del mundo, planeaba hacerle las preguntas mas profundas, jamás hechas, para extraer toda su sabiduría sobre la vida, el mundo, y el sentido de nuestra existencia.
Se preparó durante mucho tiempo, busco y rebusco en diversas fuentes, libros y hasta documentales, para realizar las preguntas correctas, de la manera correcta. Sabía que algún día la vida lo pondría frente a ese gran sabio, quizás de forma inesperada, y el periodista tenia que estar preparado para ese momento trascendental.
Un día, luego de mucho tiempo de haber estado preparando la entrevista de su vida, se reunió con un amigo de toda la vida. Le propuso que hicieran una especie de “ensayo de entrevista”, pues nuestro periodista no quería dejar nada a la suerte. Necesitaba prepararse a conciencia, al punto de quizás realizar una o dos veces su “gran entrevista” para identificar cualquier imprevisto.
El periodista se sentó frente a su amigo, con las preguntas largamente pensadas, reflexionadas, y corregidas. Y conforme iban pasando las horas, en medio de una profunda e interesante plática entre ambos, el periodista poco a poco fue comprendiendo que, lo más importante en realidad y desde un principio, habían sido las preguntas.
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