De Carlos Arizpe.
Estoy en el carajo. Pero hay muchas posibilidades de que tu, que me estas viendo, estés también en el quinto infierno, lo se. Estés donde estés y seas quien seas, lo más probable es que seas un desgraciado, por simple estadística. Pero la diferencia en este caso, es que yo estoy muerto.
Tu en cambio estas vivo, y estas aguantando toda la porquería podrida que hay e el mundo, y de la cual te indignas. Si, lo se porque yo también me indignaba, recordemos que un requisito muy importante para estar muerto es haber estado vivo en un primer momento. Pero incluso ahora, aquí donde estoy, sigo indignándome de vez en cuando… para no perder la costumbre.
Creo que, durante toda mi vida, viví indignado. Luego cuando llegue aquí y resultó que ya no tenia ninguna razón para indignarme, al no estar indignado descubrí una cosa. Que la indignación tiene sus ventajas.
Antes cuando estaba vivo y me indignaba, al mismo tiempo también me separaba del mundo, me negaba de la masa. De hecho, hasta este momento, sostengo que buena parte de mi vida no forme parte de la masa, del vulgo, del lumpen. Y estaría casi seguro de que esa también es tu sensación, el hecho de que me estés escuchando es prueba de ello.
Ahora, cuando uno se indigna, se niega a lo vulgar, a lo malsano, a la estulticia. Y, al mismo tiempo, también nos ahorramos el involucrarnos con eso, y quizás ayudar a corregirlo, o a seguirlo perpetuando. Ya ni siquiera se cual será la opción correcta… cuando llegue a este lugar se me acabaron las certezas, y me llene de tiempo libre.
Sabes, muchas veces me he preguntado, si de verdad me gustaría volver a vivir, es decir obviamente aquí se está mucho mejor, aquí uno no tiene nada pero porque no necesitamos nada, ni alimento, ni objetos, ni personas… uno no necesita de nada de eso.
La gente cuando vive piensa que al morir se va a ver rodeado de todas las personas que ha perdido. Pero porque lo razonan con una mente de persona viva, y la verdad es que este lugar se rige por la lógica de la muerte. Y la muerte es básicamente la nada.
Como te dije, aquí uno no tiene nada, pero al mismo tiempo no necesita nada. Es el equilibrio perfecto, ying y yang le dicen. Pero el no necesitar, no quiere decir que no echemos de menos algunas cosas.
Echar de menos por ejemplo aquella noche de verano, hace muchos años, ya ni siquiera recuerdo cuantos, pero si recuerdo donde fue, en aquella playa, ese lugar al que nunca había ido y al que nunca volví a ir… Nos quedamos unas 3 horas, acostados en la arena, sin hablar, no se necesitaba, igual que aquí, mirando las estrellas, preguntándonos si era allí a donde iríamos una vez que muriéramos…
Claro, una vez que uno muere esto resulta ridículo, pero en ese momento para nosotros resultaba un pensamiento de lo mas trascendente Recuerdo que de pronto empecé a mover mi mano sobre la arena, sin darme cuenta, involuntariamente, y me encontré con que su mano también venia hacia mí.
Resulta irónico, que con todo lo que paso esa noche, este sea el recuerdo más significativo de esa ocasión, ahora que ya estoy muerto. Si supiéramos este tipo de cosas cuando estamos vivos, nuestras vidas serian diferentes.
No tengo nada, y tampoco necesito nada. Pero esto tampoco me ha quitado la curiosidad. Me pregunto si acaso seré, el único muerto del mundo que sufre de depresión crónica.
Uno que cree que al morirse va a dejar de ser un melancólico insoportable.
ResponderEliminarExcelente texto.