lunes, 4 de agosto de 2014

ESCRIBIR ES UN FETICHE


A lo largo de todos los años que he venido escribiendo me he dado cuenta de que las mejores ideas, o los mejores momentos de inspiración, rara vez ocurren sentado en el escritorio frente a la computadora.

Estos más bien  ocurren en los lugares menos esperados, en una sala de espera, en medio de la clase de historia, arriba del transporte colectivo, o más comúnmente en aquel lugar al que todos nosotros vamos por lo menos una vez al día, siempre y cuando nuestra digestión este en orden.

Debido seguramente a esto muchos escritores han ingeniado lo que llamamos trampas para ideas, las cuales no son más que pequeños trucos para atrapar esas ideas traicioneras que nos atacan en los  momentos en que nos encontramos desarmados ante la serendipia.

Es por eso que, muchos escritores profesionales, van por la vida realizando sus tareas mundanas ataviados, como si se tratará de una más de sus prendas de vestir, con sus moleskines, libretas de taquigrafía, diarios, agendas electrónicas, grabadoras de voz de mano, y los más modernos y pudientes con sus ipads 3g.

En mi experiencia personal durante muchos años utilice libretas para escribir, las cuales a pesar de ser la opción obvia y ser el material con el que todos comenzamos a escribir, no dejan de tener los inconvenientes inherentes a su naturaleza. Y estos inconvenientes se hacen más obvios en el entorno actual en donde todos los aparatos interactúan a través de bits y bytes.

No creo ser ni el único, ni el primero que sueña con una interfaz que se conecta directamente a nuestro cerebro y automáticamente despliega sobre nuestros anteojos o bien sobre nuestra retina (depende de que tan osado seas) todo el texto que deseamos escribir. Y debo confesar que aunque lo intenté, y en ocasiones aun recurro a la proverbial grabadora de voz del escritor para registrar mis ideas, siento que no es suficiente para mí. Es como si me faltara algo cuando la uso.

No sé si alguno de los que me leen sea también aficionado a la escritura en cuyo caso seguramente estarán de acuerdo conmigo en el placer que da el ver la letra impresa, o quizás en estos tiempos debería decir solamente letra visible, que es como una especie de fetiche en el que nos es necesario poder ver lo que estamos escribiendo. Yo lo veo como una retroalimentación ojo-cerebro-mano que me da más claridad y orden en lo que estoy escribiendo y al mismo tiempo es una especie de recompensa inmediata por el esfuerzo de escribir, de las cuales no obtengo ninguna si uso otro artilugio que no sea algo que procese texto.

Relacionado con esto me viene a la mente la primera vez que escribí usando una máquina de escribir. Quizás las personas más jóvenes no comprendan la novedad que era, después de pasar toda la vida escribiendo con un lápiz en la mano, el tener la posibilidad de ver tus propias palabras, de niño de 9 o 10 años, escritas frente a ti con letras mecánicas, como las que tienen los libros de verdad, era casi como estar escribiendo un libro de verdad, al menos así me sentía yo en ese momento.

Pero los tiempos modernos nos exigen, al menos eso pienso yo, el dejar de lado los romanticismos de la hoja de papel y los tipos mecánicos (así como en su momento nos exigieron dejar la piedra y los pergaminos) he visto a muchas personas abogar por la pureza y autenticidad de los medios de escritura antiguos, como quienes abogan por que volvamos a escribir cartas.

La verdad es que se me antoja imposible, salvo algún cataclismo de orden global, el regresar a estados tecnológicos anteriores a expensas de realizar uno que otro sacrificio, privación o trabajo extra, como por ejemplo pasar a digital lo que hemos escrito en papel, o cual me parece engorroso.

Además  podría jurar que en el futuro aun seguirá existiendo personas que desearan, entre suspiros, el regreso de los procesadores de texto, las Ipads y las laptops, por considerarlas más puras y autenticas que las futuras nuevas tecnologías para redacción. Quien sabe a lo mejor en ese tiempo ya podré disfrutar de mis anteojos conectados a mi cerebro para redactar con el pensamiento, aunque seguramente usando eso tendría que hacer mas revisiones y correcciones a lo que escriba.

Por cierto, este texto fue escrito a modo de experimento desde un BlackBerry para después pulirlo y corregirlo en Word.

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