Conforme vamos avanzando en la transcripción de estas notas, siento que cada vez son menos necesarias las intervenciones de un servidor a la hora de presentarles estos textos. En esta ocasión les presento dos páginas de mi diario, ahora que lo transcribo me doy cuenta de que generalmente llenaba una página cada vez que me sentaba a escribir en él. No recuerdo si esto lo hacía a propósito, o si fue algo que se dio de manera inconsciente.
En estos dos textos sigo hablando de Anahí, mi memorable compañera de salón, pero en la segunda nota habló también de Mónica. Una compañera que, si no mal recuerdo, también asistió a la misma secundaria que yo, pero que en ese tiempo jamás coincidimos en el salón. Ahora en la preparatoria habíamos tocado en el mismo salón, y como ella desde antes conocía a mi amigo "Chupi", entonces se sentaba cerca de nosotros y comenzamos a hablar desde el primer día.
Ahora que leo estas líneas, a la distancia, puedo ver que es imposible, por lo menos a cierta edad, tener las prioridades correctas respecto a la importancia de la mente por encima del cuerpo. ¿O será acaso que cuando somos jóvenes las hormonas nos hacen ser más honestos?
22 de septiembre del 2000. "Oh dulce Anahí".
¡Esta semana en pleno miércoles se me rompió el pants justo al inicio del día! Y no fue un pequeño agujero discreto. ¡Se me rompió justo el punto donde se unen las dos piernas y de un pedazo tan grande que casi me quedo desnudo!
No sé cómo demonios pasó, pero para cuando me di cuenta, ya tenía un hoyo en mi entrepierna, por el cual me cabía la mano y se me podía ver hasta la marca de las trusas que traía puestas. Total, que llegó el descanso, y yo no quise salir por miedo a que todos vieran que traía unas trusas marca “Teycon”. Conmigo se quedaron Juan Carlos y “Chupi” en el salón acompañándome durante todo el descanso, y ya cuando salimos, no sé cómo, pero logré llegar a casa, con la sensación de que nadie me había visto, aunque de seguro más de uno se dio cuenta de que ese día use trusas celestes.
Por otra parte, exceptuando ese día, he seguido con el pasatiempo preferido de ver a Anahí, cada vez que se levanta de su silla a revisar o tirar algo. Los mejores momentos son cuando accidentalmente se le cae algo en el bote de basura (lápiz, sacapuntas, etc.) y se agacha para recogerlo. Pero lo curioso es que nunca se le marca nada de la ropa interior (al contrario de mi supongo). De seguro usa tanga como la profe Yolanda.
"Oh dulce Anahí, vos sois la culpable de que pierda el día en la espera de que levantes vuestro glorioso trasero del asiento, para acompañarlo con mis ojos en su hipnótica danza hacia la tierra prometida, (el escritorio o el bote de basura) y durante todo el trayecto mis ojos se recrean al son de izquierda, derecha, izquierda, derecha… alto… y luego de regreso. Ahora con el mismo ritmo de izquierda, derecha, pero concentrándome en tus muslos, caderas y pantorrillas enfundadas en esa mezclilla de diosa".
Creo que ahora siento envidia de su silla.
27 de septiembre del 2000. ESTARÍA BIEN.
Hace unos días estuve platicando con Mónica, bueno casi, casi estuve hablando con Mónica mientras de reojo estaba viendo a Anahí en su asiento. Ahora tengo una razón más para estar al pendiente de ella, porque cuando se voltea a platicar con alguien atrás de ella, y tuerce la espalda, quedan sus caderas viendo hacia mi, y a veces hasta se le ve el elástico de su ropa interior. Gran descubrimiento, la mayoría de las veces los usa de color blanco. De hecho hasta podría dibujar sus caderas, pantalones y pantaletas asomándose, casi de memoria por lo detenido y meticulosa que ha sido mi observación de este fenómeno natural.
Pero regresando a Mónica, ella no es tan frondosa (nalgona-chichona-alta) como Anahí, pero también tiene lo suyo, de hecho creo que tiene un poquito más que Rubí. Entonces estuve hablando con Mónica, porque vi que en una de sus libretas traía unas cosas escritas, como poemas pero que no rimaban exactamente. Estaban interesantes aunque obvio por ser mujer todos trataban de amor. Le pregunté que por qué escribía, o para qué escribía esas cosas, y me dijo que en realidad no era para nada. Más bien era que en veces cuando estaba viendo la tele o una película (como por ejemplo el Titanic) y se quedaba pensando, se imaginaba que era él, o la protagonista. Entonces empezaba a escribir las cosas que diría el personaje de la tele.
Eso que dijo ella me recuerda cuando en la secundaria escribí un soneto, imaginándome que era otra persona. Creo que por ahí va la forma de escribir cosas chidas. Y lo que escribió Mónica estaba chido, hasta le dije que escribiera más cosas y yo las podía hacer en cómics, o hacer ilustraciones para a lo mejor algún día poder publicarlos. Estaría bien hacer algo así artístico, junto con otra persona.
Y más si esa otra persona es mujer.
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